Especialista en temas de Niñez y Adolescencia
Por segundo año, celebramos el Día del Niño en medio de una pandemia que a todos nos ha afectado. Pero particularmente lo ha hecho con nuestros niños, porque les robó los espacios de esparcimiento y las oportunidades de socializar con sus iguales, con la importancia que esto significa para su desarrollo.
Lo peor es que los más chicos ni siquiera comprenden el por qué de no ir a casa de los amiguitos ni de los abuelos, ni por qué no abrazar y darle un beso a la maestra, o por qué deben usar esos cubrebocas, aunque sean tan incómodos para hablar.
Y para agravar la situación, todavía hace un año, el coronavirus no los tenía como su principal objetivo, pero ahora que están enfermando y muriendo y aún no hay vacuna para ellos, en sus hogares y aulas han de endurecer las medidas.
Hace un tiempo pedíamos a los padres que regularan el uso que los niños hacían de los celulares y las computadoras y que mejor los llevaran al parque a jugar o que salieran a caminar; pero durante estos dos años, más bien nuestros niños han crecido viendo como sus vidas y las de sus familiares se desarrollan dependiendo más y más de la virtualidad.
Si hace dos años, yo advertí sobre lo difícil que era en estos tiempos ser niño, porque a esta población le tocaba hacer frente a las imposiciones de una compleja sociedad, con padres sin tiempo, un comercio que los perseguía por ser un buen público meta, escasas opciones para divertirse y el acecho del hampa y de las drogas que se cuelan en los centros educativos; hoy en día, las circunstancias son aún más difíciles para ellos, porque ahora que pasan más tiempo en casa, hay muchos que sufren en mayor medida abuso, soledad, carencias afectivas y otros problemas generados por el desempleo de sus padres.
Sin embargo, los niños, con su fortaleza y su capacidad de resiliencia nos dan un gran ejemplo, una esperanza de que esto pasará. Ellos siguen siendo luceros en nuestro camino, aquellos seres que nos alegran la vida y que nos devuelven la sonrisa cuando los adultos, estamos cansados o estresados. Y por eso hoy, les quiero rendir un homenaje.
Los tiempos han cambiado y los niños de ahora no disfrutan como lo hacíamos nosotros en el pasado. Se acuerdan cuando podíamos salir a la plaza a jugar “Congelado” o “Quedó”, cuando recorríamos el barrio en bici o nos íbamos a meter donde los vecinos a ver televisión, llegábamos a la casa embarrialados y con las rodillas “chochadas”, pero muy felices.
Desde hace varias décadas la inseguridad y la tecnología le arrebataron eso a las nuevas generaciones, y ahora, la situación se agravó por un virus que obligó al distanciamiento, al aislamiento y a la mínima convivencia.