Imagen con fines ilustrativos.

Redacción – Los amigos de lo ajeno siembran terror hasta en las iglesias católicas costarricenses; el temor a Dios ya no es problema para las personas que han asaltado más de 68 templos en lo que va del año.

Si bien no se han dado casos de sacrilegio, el número de casos es alarmante, ya que en promedio se presenta un nuevo caso de robos a iglesias por semana.

Uno de ellos, es el de la Iglesia de Coronado, en la cual el hampa se llevó más de ₡13 millones que fueron producto de fiestas patronales, hecho que indignó a los habitantes de esa comunidad.

Otro caso fue el que se se presentó en agosto pasado en Puriscal, cuando varios hombres ingresaron al templo para saquear las alcancías de la iglesia.

El último robo registrado se dio cuando la Casa Cural de la Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Florencia de Ciudad Quesada fue asaltada durante la madrugada del domingo anterior.

De acuerdo con la Diócesis de Ciudad Quesada, los tres sacerdotes fueron golpeados y amordazados dentro de la vivienda.

Los hechos que se han presentado a lo largo de este año preocupan a los sacerdotes y pastores, ya que se considera que se le ha perdido completamente el temor a Dios.

Ante este tema, el padre Daniel Blanco, manifestó que claramente es un asunto en el que la descomposición social ha causado que se efectúen estos actos delictivos sin miedo alguno a las consecuencias.

«La situación indica que hay una perdida del sentido de lo sagrado en muchos ambientes de la sociedad, esto unido a la situación económica que se pueda estar viviendo hace que muchas personas busquen bienes económicos fácilmente», expresó Blanco.

El sacerdote añadió que muchos de los que roban los templos, ya sean católicos o no católicos, han perdido la capacidad para reconocer y respetar los lugares sagrados, además de irrespetar la intención de las personas para que el dinero se utilice en obras concretas.

OIJ investiga

Por su parte, el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) mantiene una profunda investigación en torno a estos casos por la frecuencia con la que se han presentado.

“Estamos investigando si existe un grupo delictivo que se está dedicando a este tipo de actividades en el Valle Central o se dan porque son lugares vulnerables con artículos muy fáciles de colocar en el mercado”, dijo a los medios Michael Soto, Jefe de Operaciones del OIJ.

Ante estos casos, se ha señalado en reiteradas ocasiones por parte de las autoridades que las organizaciones religiosas deben tomar medidas, pues resulta necesario  un reforzamiento a nivel de seguridad de estructuras o con oficiales y cámaras de vigilancia.

Según las propias autoridades, estos artículos se mueven muy bien en el mercado negro.