Minor Araya Salguero

Criminólogo – Exjefe OIJ – Especialista SWAT


Mariupol, Ucrania. En la víspera del cerco al complejo Azovstal (abril 2022).

Las imágenes del oficial militar ruso, Andrei Filatov, nos permite ver un movimiento de tropas sumamente difícil, para el público en general, de aprovechar a través de la «pantalla chica».

Imágenes de esta naturaleza, pueden verse durante el ataque y asedio del temible 6to Ejército de la Wehrmacht a la ciudad de Stalingrado (1942-1943); en efecto, durante la Segunda Guerra Mundial.

Claro, aquel video no fue filmado y menos aún, expuesto por alemanes; fueron soviéticos los que firmaban al ritmo de cadencia de una ametralladora cuyas balas, alcanzan a uno de varios soldados alemanes que ejecutaban un  peligroso «Cruce de Caminos». Aquél valiente soldado cae, para nunca volver a levantarse.

En esta ocasión, es muy parecida la escena, solo que, 79 años después y curiosamente, tambien en tierras eslavas.

Este soldado ruso caído durante esta maniobra, era un miembro de lo que parece ser un pelotón de Infantería de marina. No logré encontrar mayores datos; no obstante, al parecer muere por una herida que compromete una de sus arterias (Oso de la Verdad).

Fui entrenado en maniobras avanzadas de Infantería (USFODA 713TH) por lo que, podría hacer abundante crítica de la maniobra utilizada y técnicamente llamada «Cruce de Caminos». A pesar de esto, lo que luego aprecio, durante el movimiento, borra en absoluto, cualquier crítica; es el respeto y amor – en su máxima expresión – por el prójimo, por un hermano de pelotón, lo que se desprende.

¡Hermano! Una palabra que no cualquiera ni a cualquiera, puede y se puede decir. Acá en este vídeo, se aprecia algo muy difícil de encontrar: valor y amor, abrumadoramente entrelazados en la amenazante línea del deber.

Es exquisito determinar a uno de los compañeros, otro infante de marina que, a pesar de estar bajo fuego intenso del enemigo, lo ignora y coloca ese alto riesgo de morir, por debajo de la altísima importancia que tiene, arrastrar a su hermano soldado, quitarle del área inmediata de fuego y así, ponerlo a salvo. ¡no cualquiera..!

Ese soldado caído, no estaba solo, él tenía un verdadero hermano en el teatro de operaciones.

Por supuesto, algunos muy pocos, de mis compañeros del OIJ, al leer esto, recordarán aquel 24 de junio de 2005, allá en la Ciudadela León XIII. Dos de nuestros valiosos muchachos, hicieron la diferencia: Juan Pablo Calvo Salas y Jimmy Diaz Echavarría (Líderes de Equipo del SPII – OIJ).

Porque, si alguien observa las imágenes en cuestión y piensa que tales situaciones no son compatibles con los desempeños de la delicada y sinuosa función policial, es simple, se vive en la más profunda ignorancia en materia.

Para ese 2005, el OIJ me otorga la primera de dos Estrellas de Oro (máxima condecoración en la Policía Judicial).

Pablo y Jimmy, por el amor y valor demostrados aquella fría mañana, en la línea del deber, peleando contra el siempre pujante narcotráfico, la merecían, indudablemente merecían ser reconocidos por hacer valer, realmente, esa hoy muy trillada palabra «hermano» a través de su inmesurado coraje demostrado.

Sin su intervención en medio de aquella incesante balacera, quizá yo hubiera muerto o bien, aún estuviera descontando años en prisión por lo que, en ese terrible y emocionante momento, a Derecho, yo pensaba hacer…

Esa condecoración, esa estrella de oro, la comparto con ellos, mis hermanos en la Fuerza de la Ley.

El anterior, un comentario totalmente ajeno a asuntos e intereses acuñados en la geopolítica, el nuestro, es un comentario que persigue, eso sí, hacer resaltar y valorar el coraje de un completo desconocido para reflejar este en aquellas que sirven en las fuerzas de policía de nuestro país, Costa Rica.

Si usted es de los agentes judiciales que saludan a sus colegas de «hermano» considere los deseables requisitos: tener el valor y la entrega necesarios a efecto de, hasta poner en peligro la propia vida por proteger la de tu compañero y hermano.

¡Que la palabra hermano, cuando se pronuncie entre policías, no sea de los «dientes para afuera»! La hipocresía en y entre estas líneas, no tiene lugar, menos espacio debería esta tener, en las distinguidas filas policiales.

Que en el cumplimiento del deber, tu pareja policial tenga algo muy claro: ¡No estoy solo, no estoy sola, si hay pelea, mi hermana, mi hermano, peleará junto a mí, hasta el final..!